domingo, 20 de septiembre de 2009
Fascio
Empecemos por decir que aborrecía la idea de una plebe que tomara decisiones. Era patricio y hacía todo lo que estuviera a su alcance para evitar que esa marejada que aborrecía encontrara puntos de acuerdo interno para luego intentar instalarlos en la agenda del Foro.
Por eso, una de las técnicas que más utilizaba era enviar a su hijo Ceso para que se mezclara entre el gentío y a fuerza de cizaña, de amenazas o simplemente de violencia, dispersara a la multitud. Llevó esto a un extremo en el que se acusó a su hijo de un crimen capital y se le aplicó una pena máxima que su padre le pudo evitar ayudándolo a escapar junto a los Etruscos.
A él le tocó, cuando todo se descubrió, pagar una jugosa multa y la obligación de dejar el Foro para retirarse a una vida campesina en la que él y su familia subsistieran sólo con el sudor de su frente. Lo cumplió, porque no era nada frente a su pena máxima, la triste ausencia de Ceso.
Pasó el tiempo y muchas cosas ocurrieron en la ciudad. Y, evidentemente, también en la granja donde Cincinatus vivía una vida despojada y frugal. Pero en el 458 la situación militar de Roma era un tanto desesperada puesto que los aqueos estaban a punto de destruir al ejército romano. El cónsul en ejercicio, Horacio, tomó entonces la medida extrema que consistía en nominar a un Dictador.
No es necesario gritar que el elegido era nuestro hombre, quien fue hallado trabajando con su arado. Cuando los vio llegar, dicen que preguntó "Está todo bien?". Los enviados le dijeron que había una manera de que tanto Roma como él obtuvieran algo provechoso para ambos. Era evidente que las cosas no estaban del todo bien cuando desplegaron la Toga púrpura que lo convertía en Dictador.
Su Dictadura fue corta y precisa: venció a los aqueos en una batalla, y lo hizo con entereza, pues ordenó que no hubiera derramamiento de sangre. Mandó traer a su líder Gracus frente a él, en cadenas, y lo comprometió a unir sus fuerzas con el ejército romano y formar alianza.
Volvió luego a Roma, entregó el fascio, símbolo de su cargo (foto de esta entrada), sesenta días después de haber sido nombrado y se retiró a su granja, donde lo esperaba su familia que luego se completó con el retorno de su hijo amado.
Quizás para los Romanos la palabra dictadura proponga algún sentido positivo. Alguna arista deseable.
Nosotros, dos mil quinientos años después no podemos decir lo mismo. Nuestras clases patricias han acrecentado los viejos odios y durante todos estos años han desaprendido la lección de Cincinatus. Es más, han devaluado palabras como Dictador o Fascismo, propinándosela a quienes representan los intereses de la plebe que ha encontrado la forma de imponer pacíficamente su agenda en el Foro.
Etiquetas:
Contradicto,
Mauricio,
Palabras
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Mauricio que es tan ignorante que parece presumir de su ignorancia
no merece tu sesudo comentario.
Un poco de razón tiene el señor Bonatto, nomás que el comentario es delicioso e ilustra. Un abrazo
Mauricio es un cinico. Ni cuenta de se da de sus posibilidades, las vive malgastando ocupado en maltratar a la mucama. Pensar que un cretino asi puede ser presidente me revuelve el estomago.
uh estan hablando del ...fasciooooo!!!
Publicar un comentario