lunes, 28 de septiembre de 2009

El cascabel y el gato


El desastre era mayúsculo. Nadie sabía si lo que venía era “el día después de mañana”. Henry Paulson corriendo presuroso por los pasillos del Capitolio diciéndole a cuanto micrófono encontrara, que era la hora del sexo displicente porque se venía el fin del mundo.

Nunca me trajeron la cuenta, pero creo que la tarasca rondaba 4.000.000.000.000 dólares. Sí. Leyó bien.

Apenas el sistema financiero cazó la guita, todo empezó a repuntar. Dow Jones no sólo se estabilizó: empezó a subir. Lo mismo que los commodities. Todo volvió a retomar el esperado camino de la estabilidad y la normalidad.

Justo cuando, como contraparte de los favores, la comunidad afectada reclamaba las primeras medidas para ponerle coto al desmadre financiero y no repetir los errores del pasado: lo que implicaba empezar a abrochar a los organismos multilaterales, a las calificadoras de riesgo, a los bancos de inversión y reescribir las regulaciones del sistema financiero de los países más impactados.

Era la hora de ponerle el cascabel al gato.

No sé, pero me parece que no va a ocurrir. La nota de Zaiat en P/12 ayer es la luz piloto del detector de olor a podrido.

Por qué me parece que lo que se impone es uno de esos golpes al estilo Martín Karadagián, aparotosos, ampulosos, pero nunca reales?

Eso sí, que el ciclo “burbuja -> afano al estilo Gordon Gekko -> malaria generalizada -> burbuja” del que nuestro país es víctima desde hace varios años se replique en naciones ultra-desarrolladas no me tranquiliza, pero al menos me hace sentir menos solo.



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