Ultimamente, los dirigentes empresarios del agro, así como los economistas y periodistas que les hacen coro (y les dan letra, aunque no con la calidad de Gardel y Le Pera) vienen insistiendo en que ningún país ha avanzado y se ha desarrollado si pone impuestos a sus exportaciones y menos aún si las traba.
Nadie discute la importancia de las exportaciones, etcétera, etcétera, etcétera. Todo comentario que pretenda subirse a esa obviedad será publicado, debidamente ignorado y quedará sin respuesta.
Yo venía pensando en este tema y, aunque no tenía dudas sobre la respuesta, me faltaba la última puntada. Revolviendo una bolsa, encontré un libro bastante desvencijado, pero que se podía leer. Es un clásico en su especialidad y es éste.
A finales del siglo XIII, Inglaterra era un país básicamente agrario que exportaba lana a Flandes (en menor medida, a Italia) y compraba paño terminado. Necesitado de fondos para financiar sus guerras, el rey Eduardo I decidió imponer impuestos (voracidad fiscal) sobre la exportación de lana, porque era un rubro que movía mucho dinero y un tributo fácil de cobrar (retenciones, bah). Sus sucesores siguieron el mismo camino e incluso lo profundizaron, prohibiendo por determinados períodos las exportaciones de lana hacia Flandes. Estas desacertadas medidas de monarcas inconscientes y voraces tuvieron los siguientes efectos:
- En 1273, sólo un tercio del comercio interno y externo de lana estaba en manos de ingleses; en 1376, esa proporción había subido a tres cuartos.
- Las exportaciones de lana de Inglaterra cayeron en picada, hasta hacerse insignificantes. En cambio, desplazó a Flandes e Italia como el mayor exportador europeo de paño de lana.
- Al reducirse la competencia del mercado externo, se desarrolló la fabricación de paño en Inglaterra, que incluso pasó en el siglo XIV a importar enormes cantidades de lana desde Castilla.
Los acontecimientos posteriores parecen indicar que la industria textil tuvo una influencia considerable en el desarrollo de la economía británica. ¿O no?
Estimulado por la lectura de este interesante libro, recordé otro caso, más conocido. A mediados del siglo XIX, los Estados Unidos, desde el punto de vista económico-social, eran dos países: el Norte, con una agricultura de pequeños productores volcados a atender a un mercado interno, constantemente ampliado por el crecimiento industrial; y el Sur, con una agricultura en gran escala y bastante tecnificada, cuya base era la exportación de algodón a Inglaterra, cuyos tejidos estaban expandiéndose por todo el mundo y desplazando a las industrias locales (sí, en la Argentina también).
La vinculación económica del Sur esclavista era tan fuerte que el gobierno de Lincoln temió seriamente que Inglaterra interviniera en la guerra civil entre el Norte y el Sur. Para prevenirlo, impuso un bloqueo total a los puertos sureños y advirtió al gobierno inglés que cualquier intento de vulnerar el bloqueo tendría graves consecuencias. La industria textil inglesa, privada de materia prima, sufrió una seria recesión, hasta que se reemplazó el algodón norteamericano por el proveniente de Egipto y la India (los EE.UU. perdieron mercados para sus productos).
Terminada la guerra civil, las exportaciones de algodón en los EE.UU. nunca se recuperaron y, sin la competencia del mercado exterior, la industria textil pudo crecer y absorber la producción.
Así que sí, señores dirigentes empresarios del agro, sí, señores economistas liberales, sí, señores periodistas repetidores de tonterías: un país puede y en determinadas circunstancias debe establecer impuestos sobre sus exportaciones o, incluso, limitarlas. Las exportaciones, estimados señores, no deben ser un fin en sí mismo, sino un instrumento para desarrollar la economía y atender al bienestar del pueblo.
¿Veremos a los propaladores de mentiras marcharse como en el tango: "y con una mueca/ de mujer vencida/ me dijo: es la vida/ y no la vi más"? Ojalá.
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2 comentarios:
Andrés muy interesante la consigna que plantea.
Todo indica que el subsector productor y rentístico agrupado en la mesa de enlace s.r.l. ha llegado a un techo en sus capacidad, intención y/o expectativa de adicionar algún nivel de transformación de las materias primas que producen.
Como decía el General "las cosas se hacen con los que están", de manera que si como pais necesitamos reconvertir al agro en agroindustria diversificada, necesariamente tendrá que fomentarse e incluir mediante políticas de Estado a nuevos actores sociales (y productivos) en la cadena del agro (efecto de dilusión).
saludos y gracias por la mención del ofrecimiento de las plantas de palta.
Qué gracias, Grito!?!?
Si vende esas paltas por nuestra via, estamos en una comisión del 15. Usté cree que morfamos cartón?..
Abrazo
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