viernes, 29 de mayo de 2009

Ahora entendí...


La vieja me pasó los diarios viejos en una bolsa. Compra La Nación. -No junto los mismos kilos que con Clarín, pero todo suma- pensé. Ahí arriba de la pila estaba el del martes. Casi sin tocar, armadito, compacto... lo empecé a recorrer, tenía un rato hasta que llegara Mariano.


Me gusta contar. Ventanas. Baldosas. Palabras. Contar, contar, contar. Escribe Eduardo Amadeo. Amadeo... me suena... lo conozco. Uy, parece que va a hablar de nosotros: "Pobreza y Desarrollo Cerebral" tituló. Y, del título para abajo, como si fuera joda, como si no tuviéramos unos índices de pobreza e indigencia lo suficientemente graves, Eduardito nos ilumina sobre lo que parecerían ser trágicos efectos del estrés en el desarrollo cerebral de nuestros pibes. Se ampara en el laburo de dos universidades norteamericanas (Pennsylvania y Cornell), país en el que fue embajador durante la presidencia interina de su tocayo Tachuela (antes había sido Secretario de Desarrollo Social de La Rata, el mismo que hablaba de la "tristeza de los niños ricos", imaginate). Pero venir a hablar acá de estrés como problemática del desarrollo y maduración infantil, en nuestro país, parece joda.

Contar, contar, contar. 9 párrafos, 774 palabras y nada. Nada de nada, nada que sirva para nada. Una columna escrita en el Club House del Country... 

Eso sí, cuando estoy por terminar de leer, allá por el octavo párrafo, el fondo se vuelve forma y aparece un 

"Desde asegurar un ingreso básico a las familias pobres con hijos, de modo que la madre se vea menos compelida a estar fuera del hogar; hasta la oferta de guarderías en la más temprana edad y asegurar que las escuelas discriminen a los chicos con problemas (sic), la política social pública deberá ser un sistema que cubra todo el trayecto de vida."  

Sí, leyó bien. Ni los correctores de la Tribuna de Doctrina le fueron a preguntar.

Mejor contar baldosas, me digo. Y justo llega Mariano.



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1 comentario:

Ana C. dijo...

Bueno, lo del stress que causa la pobreza es uno de los argumentos que se usan en los países ricos, donde los chicos pobres no se mueren de hambre pero igual sufren, para luchar contra la pobreza infantil.

Un poco ridículo que en Argentina escriba de esto justo este señor, pero bueno.