lunes, 26 de abril de 2010

Un horror experimental



Hace exactamente 73 años se producía un ensayo general del horror. Un laboratorio donde experimentar los mortíferos métodos que los nazis emplearían pocos años después, durante la Segunda Guerra Mundial.

Unos días antes el líder de la Legión Cóndor, primo del legendario Baron Rojo que había llegado al sector “nacionalista” español hacía unas semanas, le preguntó a los españoles con los que compartía el Hotel Frontón, convertido en Cuartel General de las tropas franquistas -Ustedes saben algo sobre Guernica?- Nadie le respondió nada, ni siquiera el General Mola, a cargo de las columnas del norte.

Nadie le respondió que Guernica, un pequeño villorrio cuya población venía en aumento con el creciente flujo de republicanos que buscaban refugio en su retirada hacia el norte, era el símbolo de la identidad vasca: bajo su roble sagrado juraban sus fueros del señorío de Vizcaya los reyes de España, desde Fernando el Católico en 1476.

La única instrucción específica para el brigadier Von Moreau fue la de mantener en pie el puente sobre el río Rentería, único paso por donde podían acceder luego las fuerzas de Mola. Ese día, con una precisión quirúrgica, haciendo “planchadas” de 20 en 20 minutos, los Messermith, los Junkers y los Heikel que había enviado el gordo Goering llenaron el cielo de polvo y la tierra de sangre. Pero dejaron el puente en pie.

La orden de Hitler y von Ribbentrop a Franco fue terminante: desvincular a la Luftwaffe de todo el asunto. Negarlo hasta las últimas consecuencias. Franco recurrió a una treta infantil. El siguiente párrafo apareció en el ABC del 30 de abril:

“Guernica ya está en poder del ejército nacional. Mejor dicho está en poder del Ejército Nacional lo que quedó de Guernica, la villa que las hordas rojas en contubernio con los separatistas vascos han convertido en ruinas. Guernica ha sufrido el temporal apocalíptico de los que al huir, siguiendo órdenes precisas de Moscú, dejan el incendio y la miseria como una estela de locura (…) ningún avión nuestro voló aquel día sobre Vizcaya.”


Si la Guerra Civil española tuvo un Hiroshima, sin duda alguna fue este.

Por suerte está Picasso para recordárnoslo.



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