jueves, 1 de abril de 2010

Stalingrado


Las emisoras de radio nazis dicen la verdad por primera vez el 12 de enero de 1943. Suenan las cuatro primeras notas de la 5ta Sinfonía de Beethoven, las cuatro trágicas notas de “la llamada del Destino”. Luego la voz afligida del locutor anuncia la –para los alemanes increíble- noticia: los ejércitos del general Von Paulus han sido rodeados en Stalingrado. Pero, por entonces, en el frente ruso se esta hablando ya de rendición. Una “bolsa” de varios centenares de miles de soldados alemanes, en pleno invierno ruso, sin alimentos y sin armamento suficiente, ha pasado de asediante a asediado.

Meses antes, el 23 de julio de 1942, Hitler había dado orden de conquistar simultáneamente el Volga y el Cáucaso, para luego marchar sobre Stalingrado, ciudad de unas 600 mil almas, símbolo de la industria militar rusa. Una perla que el Ejército Rojo difícilmente se dejara arrebatar. Días antes, cuando los estrategas rusos vislumbraron la táctica y los planes alemanes, crean un frente sólido a las órdenes del mariscal Timoshenko que se desplega en el cuadrante sur-oeste de la región, y en el clímax de las escaramuzas llega a tener 700 kilómetros de longitud.

No obstante, la presión impuesta por las panzerdivisionen alemanas es difícil de resisitir y los habitantes de la ciudad entran en pánico cuando son informados de que las tropas enemigas están a 30 kilómetros. El alto mando ruso decreta el estado de emergencia y prohíbe el tránsito de civiles a lo largo de las carreteras, que el ejército necesita imperiosamente para poder ingresar al teatro de operaciones carros de combate, cañones antitanques y lanzacohetes Katyuska.

El 23 de agosto comienza una ofensiva alemanda desde el oeste, el norte y el sur, liderada por la IV Flota Aérea a las órdenes de Hube. Al día siguiente el espectáculo en Stalingrado es dantesco: cientos de edificios en ruinas y millares de ciudadanos rusos yacen muertos en las calles de la ciudad. Ante la gravedad de los acontecimientos Stalin le envía un mensaje a su mejor general, Georgij Zukov:
“La situación en Stalingrado está empeorando. El enemigo se encuentra a 3 km de la ciudad y esta puede caer hoy o mañana si el grupo norte no le presta ayuda inmediata.”

Zukov designa a Chuykov para organizar la resistencia, utilizando diez divisiones de infantería, dos cuerpos motorizados y ocho brigadas acorazadas. Para cuando logra reunir y coordinar las fuerzas, los alemanes ya han ingresado en una columna única al centro de Stalingrado, por donde filtran decenas de miles de soldados de la infantería.

La batalla se da entonces cada vez con más fuerza en la propia ciudad y es cuando Zukov tiene su idea redentora: cortar el canal de filtración y encerrarse sobre las fuerzas enemigas que queden dentro del círculo. El 19 de noviembre el invierno ruso ya se hace sentir, las provisiones y la presión alemana va en disminución y es cuando tiene lugar la ofensiva rusa desde el oeste de la mano de Yeremenko y desde el este de manos del propio Zukov.

Von Paulus se comunica con Hitler y este le promete ayuda pero impone órdenes estrictas: “mantener las posiciones a cualquier precio”. Von Paulus sabe a qué se refiere Hitler cuando dice “a cualquier precio”. Von Paulus resiste pero entre el 10 de enero y el 25 la contraofensiva rusa sobre la ciudad se torna insoportable. Hitler le envía un comunicado a Von Paulus: “Se prohíbe la rendición. El VI Ejército a su cargo mantendrá posiciones en tanto le quede un hombre y una bala y con su heroico comportamiento usted realizará un aporte inolvidable al establecimiento de un frente defensivo y la salvación del mundo occidental”.

El 2 de febrero los alemanes caen. Todas las fuerzas alemanas en Stalingrado, contra la voluntad de su Führer, han capitulado y de los 330 mil alemanes cercados, entre caídos, heridos, enfermos y enviados a los campos de concentración en Siberia, sólo 5 mil logran regresar vivos a sus casas de vuelta en Alemania.

Decepcionado por los resultados de la embestida en el frente político, el mariscal Morales Solá anuncia la apertura de un segundo frente judicial que salvará al mundo occidental y cristiano del monstruo montonero. Imagina una batalla causa por causa, estrado por estrado, que debilitará las posiciones enemigas hasta convertirlas en un objetivo asequible. Arenga a sus generales en el Congreso y les pide que refuercen la retaguardia y resistan.

Se olvida este mariscal y sus generales que están dando su batalla en terreno enemigo, y que allí, en el campo de la política, no hay garantías de que sus fuerzas puedan resistir un cerco que buscará cerrarse. Resistirán el paso del invierno?






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4 comentarios:

Nando Bonatto dijo...

Za Stalina Za Rodinu

ArielVM dijo...

Excelente post. Respecto de la batalla de Stalingrado, es excelente el libro de William Craig.
Saludos.

ram dijo...

Tal vez hay un "error", hitler no siempre metió la pata, a veces la embocaba; el mariscal morales solá las pifia todas, a estas alturas ya debiera estar en un batallón de castigo del frente ruso, of course.
Otra más, antes del final de la guerra, von paulus ya había cambiado de bando, laburaba para los rusos, nuestro mariscal morales solá en eso es más consecuente, siempre la misma porquería, bah!

donchango dijo...

La síntesis de Stalingrado está sensacional, no creo haber leído nada mejor al respecto. En cuanto a Von Paulus, bueno colaboró con los soviéticos al igual que los otros 22 generales que se rindieron en Stalingrado y se quedó viviendo en la Alemania socialista donde, a pesar de ser un general del ejército nazi, nadie lo jodió. Me pregunto si nuestro Joaquín, nazi pero de general nada salvo su pasado milico, puede andar tranquilo por la calle.